Barco con pie de foto - Monica Villalba

El guardían del mar taganguero.

Barco encallado en las playas de Taganga, 9 de agosto de 2021.

En Taganga, donde las montañas se ladean para abrazar el mar, se hallaba un barco encallado, con sus maderas viejas y fatigadas de tanto oleaje y al lado sus atarrayas. Había dejado de navegar, pero un pintor que nadie vio le devolvió la vida, grafiteándolo con colores. Parecía que las olas habían descubierto una nueva expresión en esas letras.
Pescadoras y pescadores lo miraban con respeto, comentaban que aún conservaba la memoria de los pescados que lo llenaron, y que, a medianoche, cuando la brisa bajaba de la Sierra, se oían habladurías y canciones entre los tablones. Niños, jóvenes y adultos lo acorralaban con preguntas y misterio; no era ruina, lo llamaban el guardián del mar taganguero y le hacían cuentos sobre piratas y tesoros.
Una madrugada, un pescador dijo haber visto cómo el grafiti relumbraba como estrella en la oscuridad, diciendo que no era obra de mortales, sino de energías marinas que lo engalanaban para que nunca se desconociera la historia de Taganga.
El barco se convirtió en emblema del pueblo, y aunque encallado en la arena, sigue abordando en las almas de cada taganguero

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